José María López Dafonte
Después de verme sometido a lentos y numerosos trámites que llevan a cabo los militares, despegamos del aeropuerto de la capital de la India a bordo de un Boeing 727 de la Royal Nepal Airlines. El aparato se eleva majestuosamente en dirección al techo del mundo. Al cabo de tres cuartos de hora puedo contemplar, a través de la ventanilla, las cadenas montañosas que envuelven el ex reino de Nepal.
El avión se posa sin dificultades en el aeropuerto de Katmandú. Aun sin hablar con ellos, los nepalíes parecen muy acogedores. La simpatía que emana de sus ojos y de su tímida sonrisa de bienvenida sintetizan el encanto de un pueblo cuyo nacimiento se pierde en la noche de los tiempos.
Los monos ofrecen una nota pintoresca en los pueblos que rodean a Katmandú. Las stupas budistas, envueltas en un aire mágico de sonidos de gong, citars, tambores y flautas, se mezclan con los rezos de los sacerdotes con túnicas naranjas y el pelo rapado al cero.
En Katmandú existen seis mil templos, entre hinduistas y stupas budistas, casi tantos como casas, e infinidad de fiestas religiosas. La curiosidad hizo que asistiese a una de ellas que se celebraba en un pueblo cerca de la frontera china. Entre un maremágnun de todo tipo de moscas, se sacrificaban crías de búfalos, cerdos y pollos.La algarabía era superlativa, los vendedores ambulantes metían mucho ruido junto a varios cientos de creyentes animados por el alcohol de arroz.
La mayoría de los nepalíes practican la religión hinduista, aunque hay también budistas, como hemos dicho anteriormente. Los primeros pintan las fachadas de sus casas con excrementos de vaca, a fin de purificarlas.
Las cremaciones de los cadáveres ocupan capítulo aparte. Resulta sobrecogedor como los moribundos tirados en el suelo esperan que les llegue la hora, después serán pasto de las llamas y sus restos serán arrojados al río.
El pacifismo de estas gentes, la existencia de prácticas morales que tienden a liberar al hombre de todo deseo y apetencia hasta anular su voluntad, el libre consumo de drogas y la facilidad para conseguirlas, hicieron posible que en la segunda mitad de los años 60, Katmandú se convirtiese en lugar de peregrinación de los hippies.
Sin embargo, el panorama cambió por completo a partir de 1972, ya que el gobierno prohibió las drogas y exigió a los hippies grandes sumas de dinero para entrar en el país.
En otro orden de cosas, 101 rupias nepalíes equivalen a un euro y si nos referimos al tipo de gobierno, de manera tradicional la monarquía imperó en Nepal hasta hace poco tiempo .El 23 de mayo de 2008, los miembros electos de la Asamblea Constituyente proclamaron la República.
El país de los Himalayas se encuentra entre los más pobres y menos desarrollados del mundo, el turismo es su industria más importante.Su ejército está formado por 100.000 hombres, los gurkas, de amplia tradición guerrera. Son soldados de elite, en bastantes ocasiones lucharon conjuntamente con los británicos. Actualmente representan el último ejército mercenario de la historia.Como dato curioso, entre las fuerzas británicas enviadas a reconquistar las Malvinas, figuraba un batallón de infantería gurka.
Sin lugar a dudas, el punto culminante del paisaje nepalí son los poderosos Himalayas (el hogar de las nieves perpetuas), coronados por la montaña más alta del mundo, Sagarmatha (el Everest, 8.884metros), rodeada de macizos montañosos que sobrepasan los siete mil trescientos metros: Kandhanjuga, Dhaulagiri, Annapurna, Karmali y el Mahakali.
Los sherpas, famosos guías y porteadores en las expediciones a los Himalayas, viven entre los tres mil y tres mil quinientos metros de altura.Sus ropas están hechas de pieles de ovejas tejidas a mano.
Junto al sherpa Tenzig Norkay, el alpinista E. Percival Hillary alcanzó por primera vez la cumbre del Everest en 1953.
El Everest no solamente representa uno de los máximos atractivos para los turistas, sino que el coronarlo supone la hazaña más importante para cualquier alpinista. Su escalada resulta muy difícil, ya que nos encontramos con temperaturas nocturnas de más de setenta grados bajo cero, vientos de 180 kilómetros por hora,una reverberancia cegadora y un tiempo habitualmente tempestuoso, que sólo a fines de primavera suele brindar algunas horas de claro aprovechable.
No obstante, no se desanime ante estas dificultades: por 100 dólares podrá sobrevolarlo a bordo de un cómodo avión y fotografiarlo a su antojo.
Han sido muchas las emociones vividas en este país de ensueño. Todavía anidan en mi memoria la bondad de sus gentes y el olor de las magnolias, jazmines y camelias que crecen en as gargantas del Himalaya, bajo la húmeda cúpula de sus junglas y la imagen de los leopardos de las nieves del Parque Nacional de Chitwan.
Sin lugar a dudas, volveré el año próximo.

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